Qué difícil es con el corazón arrugado

Levantarse hoy cuando ni siquiera te has acostado. Estabas dormido, pero en realidad te quedaste soñando toda la noche, sentado en el estadio esperando a que la pelota entrara, intentando escurrirte toda el agua que te cayó encima con un grito de gol. Sí, yo sé, estabas profundo o eso creíste, porque sentiste que cerraste los ojos a eso de las doce de la noche, dos horas después de que el partido se acabó, luego de revisar todos los comentarios en redes sociales y de repetir el ultimo ¡hijueputa home¡.

Qué zozobra nos dejó el partido de anoche muchachos. No nos explicamos la derrota, si de verdad hicimos las cosas bien, buscamos abrir la cancha, atacamos por derecha, después por izquierda, rematamos por el centro, hasta hicimos paredes cortas con tacos incluidos, también intentamos tirando centros por arriba, a ras de piso, buscamos el hueco, fuimos pacientes, volvimos a empezar, apuramos los saques de banda, pateamos de lejos, pero la caprichosa no quiso entrar.

Nos duele el corazón y nos duele porque en realidad sabemos que se nos complicó, que antes del partido era más el optimismo que el pesimismo, creerá uno que como buenos paisas de pronto nos exageramos en confianza después de eliminar al campeón de la Libertadores, que, como dice cualquier viejo “sabio”, matamos el tigre y nos asustaron con el cuero, y así creo que nos pasaremos toda la semana, dando vueltas en nuestra cabeza preguntándonos: ¿qué pasó? Quizás hoy nos montaremos a nuestro medio de transporte para trabajar o estudiar y escucharemos o leeremos miles de explicaciones futbolísticas del porqué de la derrota, pero solo los días nos darán respuesta y curarán este dolor causado por dos puñaladas certeras uruguayas, de esas que duelen, pero no matan.

Y es dolor, es sin sabor, es abatimiento. Ese trasnocho a causa de una ilusión de muchos, sobre todo de los hinchas que nacimos escuchando a nuestros padres, tíos y vecinos toda la vida hablar del título de la Copa Libertadores. Para nosotros es una obsesión bordada de recuerdos, de anécdotas, de sentimientos trasmitidos. Ellos nos llenaron las venas de ganas con cada jugada relatada, ellos nos antojaron de sentir eso, de sentir escalofrío por el equipo que amas, de llorar de alegría por conquistar Suramérica con un balón y por medio de un sentimiento de dos colores: verde y blanco.

A todos los que anoche se nos arrugó el corazón, que nos costó dormir, les recuerdo: no todos los días de la vida serán felices, mucho menos fáciles; en la vida como en fútbol hay que tratar de asimilar las derrotas con dignidad y que estos momentos son los que nos harán más fuertes para poder repetir el sueño de la Libertadores, sueño que no se acaba porque sabemos de qué estamos hechos y que no se acabará así se apague esta vez.

Feliz Día Familia Verdolaga, la vida es para los que creen.
#LaVidaesParalosQueCreen

Mateo escobar valencia.
Twitter: @Mateoescobar88V